Fantasías y Caprichos/ (DA) - 2024 - (ARG)

Analía Rego - Fantasías y Caprichos por Fabio Caputo Rey

Al pensar en los términos fantasía o capricho, por influencia de la literatura de tantos siglos, parece difícil no relacionarlos con el alma del artista, naturalmente veleidosa, pues estos estados de ánimo, especialmente en el lance amoroso, fueron una herramienta perfecta empleada por los escritores para introducir complejidad y profundidad en el carácter de los personajes, al permitirles actuar aparentemente sin lógica o sentido común, provocando perplejidad en el lector. Si damos crédito a esta concepción, hablando risueña y superficialmente, suena ideal que una eximia artista como Analía Rego nos presente un disco intitulado Fantasías y Caprichos como un bienvenido antojo de su sensibilidad, por simple autogratificación, igual que expresó alguna vez el insigne guitarrista Andrés Segovia: “porque puedo”.

Pero quien conoce a Analía Rego y su extensa trayectoria artística a cabalidad, sabe que nunca es el capricho lo que guía sus presentaciones, sino siempre un propósito estético serio y definido, pensado con sólidos fundamentos, tanto en la elección de las obras como en la interpretación, tanto en su faz técnica como en la expresiva, lo que desde hace rato ha dejado de ser la norma en las manifestaciones del arte, desgraciadamente, y en particular con los álbumes de música para guitarra, donde la mayoría de las veces al inquirir el porqué de determinadas elecciones, la respuesta que se obtiene es “porque me gusta”. Es decir, el capricho mismo puesto en trono.

Así vemos que, al revés de su título paradójicamente, no es este un disco caprichoso. En una elección de contenido coherente, nuestra artista une aquí obras de Fernando Sor, Napoléon Coste y Luigi Legnani, todas encuadradas en el período clásico-romántico del repertorio guitarrístico.

Lo que nos lleva a reflexionar sobre el carácter de estas formas musicales propuestas: fantasías y caprichos. Ambas son formas libres, donde los compositores pueden expresar su inspiración a voluntad. En la historia de la música, los autores necesitaron en ocasiones articular su discurso libremente, sin las limitaciones impuestas por la forma. Si bien esto se manifestó en todas las épocas, se dio con mayor fuerza durante el Romanticismo, como oposición al Clasicismo donde se había privilegiado la forma musical pura como expresión de la excelencia, y de ahí es que surgen tantas sonatas y sinfonías, que exigen el manejo maestro y equilibrado del discurso musical.

Es en el Renacimiento cuando aparecen las fantasías como expresión libre de los autores, donde existen numerosísimos ejemplos de laudistas y vihuelistas. Los caprichos en cambio son mayormente una expresión del Romanticismo, y son referencia obligada los 24 caprichos para violín de Niccolò Paganini.

Puede decirse que las fantasías suelen ser más extensas que los caprichos, pueden tener varios movimientos, pueden explorar una gama muy amplia de estados de ánimo, y hasta pueden adquirir un carácter contemplativo y reflexivo, o de homenaje, como es aquí el caso de la Fantasía Elegíaca de Sor. El capricho, en cambio, suele mostrar un aire más vivaz y juguetón, y también gozar de cierta imprevisibilidad, como en la vida real.

Quien representa a los caprichos en esta grabación es Luigi Legnani (1790 — 1877). Posiblemente influido por la obra de Paganini, de quien era amigo, y en el modelo ya establecido por Johann Sebastian Bach en El clave bien temperado, compuso en su opus 20 un cuerpo de 36 caprichos para guitarra en todas las tonalidades mayores y menores, una expresión tanto de proeza técnica como de finalidad didáctica para los estudiantes del instrumento. Publicados en 1813, se trata de un conjunto de piezas breves en la forma de estudios. Ninguno ocupa más de una página de extensión, exhibiendo un abanico de todas las posibilidades técnicas de la guitarra: acordes, arpegios, ligados y escalas. Un dilema de la guitarra es que algunas tonalidades suenan mejor que otras, debido a la afinación natural de sus cuerdas en mi; en consecuencia, ciertos tonos como los bemoles suenan secos porque el resto de las cuerdas no vibran por simpatía. El mismo Legnani había prestado atención a esta cuestión, y el gran lutier Georg Stauffer de Austria le había construido una guitarra especial de 8 cuerdas, donde las dos últimas se afinaban y vibraban al aire según la intención de su intérprete y compositor.

Analía Rego elige 4 de estos caprichos en tonalidades naturalmente afines a la guitarra. El número 2, en mi menor, presenta la dificultad técnica de destacar la melodía de la voz aguda sin usar el efecto de apoyado, y al mismo tiempo sin alterar la presión sobre las notas que sirven como acompañamiento o soporte armónico. El número 7, en la mayor, alegre y danzante, requiere un estudio atento por los cambios de posición de la mano izquierda en acordes a velocidad muy rápida (prestissimo). El número 9, en mi menor, de aparente ingenuidad temática, pero que exige particular atención a los cambios de expresión e intensidad, contiene un notable recitativo cantable en modo operístico, exhibiendo en la guitarra otro de los talentos de Legnani, dado que poseía “una hermosa voz de tenor” según consta en documentos de la época. El número 15, en si menor, de tono marcial y motivo majestuoso, se prueba muy útil para el estudio de los ligados en la sección de tresillos.

Fernando Sor (1778 — 1839) es considerado con justicia uno de los padres de la guitarra y uno de sus compositores más famosos. La Fantasía Elegíaca op. 59, dedicada a la muerte de su alumna de piano Charlotte Beslay, es una de las últimas obras del compositor y una de sus composiciones cumbres. Si clasificamos la trayectoria de un compositor en una primera fase de aprendizaje, una segunda de maestría y una tercera de trascendencia, consideramos que Sor ya había alcanzado definitivamente esta última etapa cuando compuso esta obra, por la profundidad meditada de esta música, que no por tratarse de una triste despedida deja de ser intensamente cautivante. La fantasía consta de una introducción, un andante largo en tres partes claras, la segunda de ellas algo más luminosa, como evocando gratos recuerdos, y termina con una sentida marcha fúnebre, una forma musical infrecuente en la guitarra. La tristeza es el leitmotiv en casi toda la obra y la gravedad del tema es resaltado por Sor manteniendo el modo menor y las melodías en el registro grave de la guitarra

La siguiente fantasía corresponde a Napoléon Coste (1806 — 1883), el compositor y virtuoso de la guitarra más importante de Francia durante el siglo XIX. La fuente del Lison op. 47 es una verdadera obra de concierto, bellísima y original, que lo muestra como compositor consumado. Citando la descripción insuperable del escritor y bibliotecario francés Charles Nodier: “Imaginemos un valle agreste y salvaje, cerrado al este por una masa de roca cuyos niveles superiores forman un anfiteatro cubierto de árboles. Bajo estas rocas se abre una caverna; y de esta excavación en la roca viva brotan aguas transparentes que forman una abundante cascada, interrumpida centenares de veces por los obstáculos que encuentra en su curso.”. Tal es así. El río Lison emerge repentinamente de una caverna. Se encuentra en la zona de Doubs, donde nació el propio compositor, e integra un grupo de composiciones también dedicadas a paisajes de su tierra natal.

La obra es ambiciosa. No se trata simplemente de la “imagen” musical de una caverna y una cascada. Está compuesta en un estilo bastante en boga entre los compositores del siglo XIX: el de la “fiesta pueblerina o aldeana” (Fête villageoise). Esta clase de obras se basa en el desarrollo y sublimación de las danzas campesinas, y se encuentran grandes ejemplos en la Sinfonía N° 6 “Pastoral” de Beethoven, la Sinfonía Fantástica de Berlioz, y el famoso poema sinfónico El Moldava de Smetana, que en el transcurso del río pinta una boda campesina. Guitarrísticamente cuenta con el antecedente de la hermosa Fantasía Aldeana op. 52 de Fernando Sor, quien no casualmente fue maestro de Coste. La Fantasía de Coste se divide en 3 claras secciones: la primera imita el murmullo del agua, seguida por un adagio, lento, que bien puede interpretarse como el idilio rural, la tranquilidad de ese campo en un atardecer; la tercera parte es la más extensa, y consiste en un rondó sobre una reconocible danza aldeana y la fiesta que surge a su alrededor.

Un párrafo aparte merece la guitarra utilizada en esta grabación, como puede apreciarse en la foto de tapa: se trata de una réplica de una guitarra romántica original de la época, afinada a un la de 430 Hz., con la sola diferencia de las cuerdas, que en lugar de ser de tripa como entonces, son ahora de nailon. Es otra muestra más del celo, de la búsqueda de excelencia de nuestra artista, en el intento por lograr la calidad de sonido ideal que corresponde a estas obras. Tratándose de una guitarra más pequeña que las actuales, cambia su balance sonoro, debe tocarse con una técnica diferente, y al estudiar las digitaciones y posiciones de las manos, se entiende perfectamente por qué los compositores escribían como lo hacían, dado que la guitarra actual tiene tal vez más potencia sonora, pero al ser más grande, resulta también más difícil con la mano izquierda ejecutar ciertos acordes o efectos escritos en la partitura. Por esto, al escuchar esta música ejecutada en un instrumento lo más similar posible al de su época, uno se explica por qué estas interpretaciones consiguen afectarnos en lo personal de una manera más cercana, aún más íntima.

Como siempre, Analía Rego brilla en estas interpretaciones, como maestra experimentada y como la guitarrista enormemente talentosa y versátil que es, brindándonos una música deliciosa para nuestro disfrute, extraída de un repertorio original para la guitarra e infrecuentemente tocado, lo que es mucho de agradecer. Nos invita a explorar a gusto en los rincones de estas fantasías, con el espíritu lúdico del “wandern” alemán, libres de las ataduras de la forma, pero también a reflexionar sobre cómo estos grandes autores con su imaginación emplearon esa libertad no de manera caótica, sino siempre con una intención clara y honesta. Porque a pesar de intitularse fantasías o caprichos, son obras para nada caprichosas, ya fuera este propósito didáctico, pictórico, lacrimoso o suplicante, en las composiciones que conforman este hermoso disco. Una valiosa lección que, aun en este tiempo de altisonantes innovaciones y proclamadas presuntas originalidades, sigue conservando una vigencia patente.

Fabio Caputo Rey